author's note

NOTA DE AUTOR

With nearly two thousand visitors per day—more at the June and December solstices, when both my trips took place—my desire to have Machu Picchu all to myself quickly became nothing but a dream. My only option really was to photograph as if I were the only person there—to have a singular experience of Machu Picchu through the viewfinder of my camera.

In creating these images, I established a few rules to guide my process:

  • Capture images without all the tourists (to whatever extent possible)
  • Never ask anyone to move out of the way (the integrity of their experience was no less important than mine)
  • Focus on what Machu Picchu was revealing to me

It was in narrow passages of time and space that images without people unfolded. A split second, when someone stepped behind a wall or left the frame completely, was all that I needed. At the time of the June solstice, crowds gather at the Intiwatana. While you can’t see anyone in the image on page 66, if you look closely you can see the shadow of a couple who had just walked behind the magnificent carved stone they call “Hitching Post of the Sun.” 

For many of these images I set my camera on a tripod and then waited patiently for the light and clouds. I quickly learned that Machu Picchu would not wait for me. The environmental elements changed so rapidly that I kept my second camera ready. The image on page 72, like several others, is the only one I got before the light and clouds suddenly lost their charge. 

At the Temple of the Sun, it wasn’t until the third and final morning that clouds finally parted, allowing the sunrise of the December Solstice to shine through the south-facing window (page 41). Unfortunately, at that moment a man stood in an out-of-bounds area directly in the frame of my camera. Knowing that this was my one remaining chance, I broke rule number two and yelled—pleaded actually—but he would not move. Nor would a passing guard intercede on my behalf. (Apparently the intruder was a government official.) So I did the next logical thing – I joined him. He continued to stand on the wall but graciously backed away so I could take this photograph.

I did not remove any people, signs, or protective barriers through retouching these images. In some you can see the top of a person’s head or even a group of people in the distance. I accepted this as part the privilege to discover Machu Picchu with my own eyes. 

What Machu Picchu revealed to me and I tried to capture, was that the builders of this great civilization had peeled back the canopy of a majestic rainforest and framed the implicit harmony between nature and humans. These man-made terraces expose an underlying skeleton that signifies our interconnectedness. Among these stones lies the silent offering of inspiration. 

- Mike Torrey

 

Hubo un promedio de dos mil visitantes por día—un poco más en los solsticios de junio y diciembre—cuando tuvieron lugar mis viajes. Mi deseo de tener a Machu Picchu totalmente para mí de pronto se convirtió en algo así como un sueño. Mi única ilusión era, realmente, la de tomar las fotografías como si yo fuera a ser la única persona presente—tener una experiencia personal de Machu Picchu a través del visor de mi cámara. Para crear estas imágenes yo establecí unas reglas de guía para el proceso:

  • tomar imágenes sin turistas (en la medida de lo posible),
  • nunca pedirle a nadie que se retire del sitio (la integridad de la experiencia de ellos no era inferior a la mía,
  • y concentrarme en lo que Machu Picchu me estaba revelando.

Fue durante cortos pasajes de tiempo y espacio que las imágenes se desarrollaban libres de visitantes. En una fracción de segundo alguien se podía deslizar detrás de una pared, o abandonar el marco completamente. Eso era todo lo que yo necesitaba. En el solsticio de junio se reunió en el Intiwatana una multitud de visitantes. En la página 52 no se ve a nadie en la imagen; mirando de cerca se puede advertir la sombra de una pareja que pasa detrás de ese calendario magníficamente cincelado en piedra al que llaman “lugar donde se amarra al Sol.”

Para muchas de estas imágenes yo coloqué mi cámara fotográfica sobre un trípode y luego esperé, pacientemente, la combinación correcta de luz y nubes. Yo aprendí rápidamente que Machu Picchu no me iba a esperar. Los elementos que lo rodeaban cambiaban con tanta velocidad que yo tuve que mantener lista una segunda cámara. La imagen de la página 58, como muchas otras, es la única que tomé antes de que la luz y las nubes, súbitamente, perdieran su fuerza.

En el Templo del Sol no fue hasta la tercera y última mañana que las nubes finalmente desaparecieron, permitiendo que el solsticio del amanecer del mes de diciembre brillara a través de la ventana que daba hacia el sur (página 27). Desgraciadamente en ese preciso instante, un individuo se detuvo en una área fuera de los límites, directamente dentro del marco de mi cámara. Sabiendo que ésta era la última oportunidad que me quedaba, rompí la regla “2” y grité—realmente yo supliqué—pero él no se iba a mover. Tampoco intercedió a mi favor un vigilante que pasaba (aparentemente el intruso era un funcionario de gobierno). Entonces tomé el siguiente paso que me dictó la lógica—me acerqué a él junto a la pared. Él continuó allí de pié, pero luego educadamente retrocedió y entonces pude tomar esta fotografía.

Yo no he borrado ni gente, ni letreros, ni barreras de protección para retocar las imágenes. En algunas fotografías se puede ver la parte alta de la cabeza de una persona, o aún se puede ver, a la distancia, a un grupo de gente. Yo lo acepté como una parte del privilegio de descubrir Machu Picchu con mis propios ojos.

Lo que Machu Picchu me reveló y lo que yo trate de lograr con mis fotografías fue la labor de los constructores de aquella época de la gran civilización Inca. Ellos habían retirado el dosel formado por una majestuosa selva tropical para darle marco a la armonía esencial que existe entre la naturaleza y la humanidad. Estas terrazas, fabricadas por el hombre, no son más que el símbolo de esa comunicación recíproca. Entre estas piedras descansa la ofrenda silenciosa de la inspiración.


- Mike Torrey